El feminismo es una ideología y, como consecuencia, un movimiento cultural que tiene como finalidad la igualdad de derechos entre hombres y mujeres. Es igualar el sexo femenino al masculino, es nivelar los roles de género, es equilibrar el estatus social y económico de hombres y mujeres. Es, en definitiva, buscar la igualdad. Esta es la teoría propagandística que gobiernos de occidente se han empeñado en hacernos creer y defender a las mujeres con uñas y dientes hasta el puro convencimiento más vehemente. De hecho, aquellas mujeres (entre las que yo me incluyo) que no se autoproclaman feministas son tachadas por su propio grupo sexual de retrógradas y, por qué no decirlo, machistas.
Los gobiernos occidentales o capitalistas han sido los pregoneros de este ideal que nada tiene de igualitario y que además genera una fuerte presión de conversión entre las propias mujeres. Ellos han sido los que, para seguir llenando sus grandes barrigas rosadas, han hecho creer a la mujer una serie de ideas cuyo único fin era lograr que también ellas participasen en un mercado laboral esclavista y capitalista. Ha sido una trampa en la que hemos caído como moscas.
Falso sentimiento de independencia y de libertad
El feminismo es un movimiento que desde su inicios ha ido cobrando muchísima fuerza en el mundo occidental. Una fuerza peligrosa. Un gran número de mujeres se considera feminista y por ende rechaza con fervor uno de los sentimientos más animales y biológicos que tenemos el ser humano: el cuidado de la descendencia. Las mujeres, por ser físicamente más débiles que los hombres pero más fuertes emocionalmente, al habernos dedicado a este sentimiento animal durante milenios, hemos sentido la curiosidad y necesidad de experimentar fuera lo que no encontrábamos en casa. La necesidad de relacionarnos más allá de nuestra familia nos ha hecho sentir deseos de explorar y vivir otra serie de situaciones que dentro del hogar no podíamos vivir y que sólo lo experimentaban los hombres porque era lo socialmente pactado. Es lógico. Si una persona lleva toda la vida trabajando en un mismo puesto de trabajo desea poder saber qué se siente en otro diferente. Pero en vez de concienciar a los hombres de su faceta sensible y animal del cuidado de su prole (pareja e hijos), ha sido a la mujer a quien han decidido concienciar para igualar al hombre. En vez de naturalizar al hombre, han mercantilizado a la mujer. Nos han hecho un lavado de cerebro en el que se nos convence de ser menos mujeres, menos libres y menos independientes por trabajar dentro del hogar. A esto lo llaman esclavitud de la mujer, pero lo que las mujeres no son conscientes es que ahora más que nunca están esclavizadas: trabajan fuera y dentro de casa porque el hombre sigue mercantilizado y no se molestarán en naturalizarlo nunca.
Que no nos engañen: a lo que muy inteligentemente han denominado los gobiernos capitalistas de independencia de la mujer y libertad no es más que curiosidad y deseos de cambio. Pero han conseguido vendernos la moto y convencernos de que se es más libre y más independiente siendo parte del mercado, siendo una herramienta mercantil, que llevando a cabo una práctica ancestral, humana y animal que ha permitido que nosotros estemos aquí: el cuidado, la crianza y la protección de nuestra propia especie, de nuestros iguales, de nuestra familia, de nuestros hijos, de los nuestros. Una mujer que quiera formarse para ser médico, por ejemplo, no es más independiente y libre que una mujer que quiera trabajar dentro de casa cuidando de los suyos. Un hombre o mujer que desee ser padre o madre y quedarse en casa para dedicarse a la educación de sus retoños, no es menos libre ni independiente que un hombre o mujer que desee trabajar fuera de casa y quedarse en la oficina cuidando de su jefe. Son caminos diferentes, igual de respetables si se eligen con libertad y respeto por uno mismo.
Robo del apego y de la protección de nuestros hijos
Que además del hombre la mujer se haya incorporado al mercado laboral ha sido motivo de celebración para estos gobiernos puesto que han logrado lo que pretendían: tener más herramientas mercantiles, y encima un sector (el femenino) agradecido por ello. Además de lograr incorporar a la mujer al trabajo fuera de casa están logrando la manipulación de los niños a través de grandes superficies híbridas donde se imparten las ideas imperialistas y mercantilistas de los panfletos que el gobierno de turno impone: los colegios y escuelas. Estos emplazamientos son fábricas de alienación en las que no se enseña a pensar, sino que se enseña a mecanizar y memorizar contenidos. Se intenta convertir a unos seres humanos en desarrollo en máquinas repetitivas, mecánicas y memorizadoras sin ni siquiera tener la menor idea de lo que dicen. Como defiende Punset, la escuela es una fábrica en la que miles de niños, miles de seres de nuestra propia especie, aprenden a ser herramientas de producción industrial suprimiendo radicalmente todo atisbo de creatividad, el proceso de imaginación y capacidad crítica.
Siendo generosos, un niño pasa una media de 16 horas diarias de 24 fuera de todo contacto parental (ocho horas de sueño más ocho horas en la escuela suman dieciséis horas). Esto, además de una aberración afectiva, es completamente antinatura. El ser humano desde el mismo instante que nace es el animal más dependiente, el más necesitado, de los adultos para sobrevivir tanto física como emocionalmente. No basta con darle comida, abrigo y techo. Somos animales, también nos nutrimos de afecto, emociones y sentimientos. Un niño necesita de sus padres, la atención constante, el amor constante y la protección constante. Al mercantilizar a la mujer e "igualar" su rol al del hombre, los niños pasan mucho tiempo fuera de la influencia de sus padres y estos no tienen más remedio, por ley, de escolarizar a sus hijos. De esta forma, los niños quedan desprotegidos a merced de los gobiernos. Es decir, de llevarlos a las fábricas de alienación y perder un poco cada día de afecto y apego parental. Es más, incluso con padres trabajando dentro de casa no se permite el home-schooling, la educación en casa. ¿Por qué? Porque a los estados capitalistas les conviene seguir teniendo en sus fábricas anestesiantes y coercitivas a nuestros pequeños, para poder criarlos y enseñarles todo lo necesario para llegar a convertirles en su día en herramientas del sistema. Nos venden el papel de la escuela como elemento socializador donde nuestros hijos pueden socializarse con otros de su edad. Mentira. Un niño que en casa hace home-schooling también se socializa: con sus padres y con niños de su edad.
Es más, hay adultos, mujeres porque tratamos el tema del feminismo, que están tan mercantilizadas que muchas se acostumbran a no estar tanto tiempo con ellos que cuando llegan a convivir durante periodos más o menos largos, están deseando librarse de ellos enviándoles a campamentos de verano o deseando que el horario escolar sea más largo para poder descansar. Un adulto mercantilizado que desea descansar de su familia. Los gobiernos se están frotando las manos. Afortunadamente, entre padres e hijos existe tal intensidad de afecto que la mercantilización de los adultos no llega a mermar el afecto ni el sentimiento animal de apego, pero es necesario replantearnos nuestra identidad humana y animal que tan personas nos hace.
Disminución de la población mundial
Las mujeres feministas se han alejado, al igual que los hombres, de su esencia animal. Hay muchas que por cuestiones feministas deciden no tener descendencia porque no quieren estar atadas ni ser esclavas de sus hogares cuando lo son de los mercados. Así deciden no tener hijos y por tanto, la población desciende. De hecho, por la esclavitud del sistema mercantil, la natalidad está descendiendo notablemente y para los capitalistas y las élites mundiales es cumplir con uno de sus objetivos más fundamentales: disminuir la población mundial para que sus herramientas bípedas puedan dedicarse exclusivamente a la producción capitalista y engrosar sus bolsillos. Han logrado en algunas mujeres suprimir esa parte biológica ancestral de reproducirse para evitar la esclavitud familiar. Pero la esclavitud está en la producción mercantil y capitalista.
Puritanismo femenino y censura sexual de la mujer
Las mujeres nos creemos que estamos alcanzando ya los niveles de igualdad, de una igualdad perversa, pero nada más lejos de la realidad. La mujeres seguimos cobrando menos que los hombres y seguimos trabajando dentro de casa cuando venimos de nuestros puestos de trabajo fuera de ella. Pero además, el feminismo ha llevado a la presión social de las mujeres tanto en manos de hombres como de las propias mujeres. La propaganda feminista ha llevado a las mujeres a comportarse prácticamente igual que los hombres desnaturalizados pero sin sus correspondientes ventajas. Y una de ellas es la desinhibición sexual de la mujer.
Una mujer liberada sexualmente no está bien vista por la propia mujer por mucho que nos queramos convencer de lo contrario. Las feministas son las que más presión realizan contra el sexo liberado femenino atacando así anuncios, propaganda publicitaria o trabajos en los que la mujer descubra sus encantos biológicos femeninos. En seguida se critica el escote porque una mujer no es una mercancía sexual, en seguida se critica la mujer que se acuesta con muchos hombres porque no tiene que recurrir al sexo para lograr su satisfacción, en seguida se critica a la mujer por vestir de una manera más exhuberante porque una mujer vale más que un físico.
Esto es un flaco favor que las propias mujeres hacemos a nuestras congénitas porque somos las primeras en censurar nuestra libertad para vivir nuestra sexualidad como nos plazca. Nos enseñan a estar reprimidas, a no mostrar nuestros rasgos femeninos, a no comportarnos acorde a nuestra naturaleza animal sexual. Una correcta apariencia feminista es la mujer masculina: sin escote, con pantalones o faldas largas y sin tacones altos que realcen nuestras formas sexuales. Y un correcto comportamiento femenino es no dar rienda suelta a nuestra pasión sexual, es decir, no acostarnos con más de determinada cantidad de hombres o no acostarnos por dinero en caso de prostitución (ojo, diferente a la esclavitud sexual). ¿Por qué una mujer prostituta está peor vista que un gigoló? ¿Por qué un boys en donde mujeres pagan para gritar a hombres esculturales que se desnuden e incluso para tocar sus cuerpos es divertido mientras que un show girls donde los hombres pagan por mirar a chicas desnudarse es perversión? Es exactamente lo mismo, es igualdad de condiciones pero no, el feminismo es el primer encargado de degradar y reprimir a la mujer sexualmente liberada en manos de las propias mujeres.
Al hombre no se le naturaliza, es decir, al hombre no se le educa en esos sentimientos humanos de amor, afecto y sensibilidad que parece que sólo forman parte de la esencia femenina. Cuántas veces habremos oído llamar nenaza a un hombre que muestra su lado más sensible o que llora ante algo que le afecta. No nos equivoquemos. El feminismo fue creado para mercantilizar a la mujer y tener más mano de obra para los gobiernos capitalistas de occidente, y encima, agradecidas por ello. Por eso, desde aquí, abogamos por un movimiento de igualdad y equidad real en el que tanto hombre o mujer tengan la libertad y la independencia real de elegir su camino vital: a qué van a dedicar su esfuerzo y su empeño a lo largo de su vida. Personas que deseen trabajar tanto dentro como fuera de sus hogares pero sin perder esa esencia animal que es la que nos hace humanos. No dejarnos mercantilizar porque no somos mercancías ni herramientas de gobiernos ni mercados, y seguir luchando por nuestra libertad de decisión y la igualdad real entre las personas.
http://www.forofeminista.es/activismo-feminista/feminismo-497/
Estupendo aporte, objetivo y nutritivo. Me gustaría contar con su comentario en el artículo acerca de los implantes mamarios que recién publiqué en
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